El auge del trabajo a distancia y de los profesionales independientes lleva a muchos a optar por la casa como centro de operaciones. Pero distintos estudios confirman que ésta es la peor de las opciones. La solución no es volver a la oficina: nuevos espacios comunitarios o coworking están devolviendo la eficiencia al teletrabajo.
Parecía perfecto. Cuando a Matías Rubio (35) se le presentó la posibilidad del teletrabajo, se imaginó que por fin iba a poder laborar tranquilo, desde la comodidad de su casa. El escenario era tentador: podría comer a la hora que quisiera, sin tenidas formales y nadie estaría vigilándolo ni distrayéndolo de sus obligaciones. Pero se equivocó. “¡Papá! ¡papá! ¡papá!”, es lo que retumba en los oídos de Matías cada vez que trata de concentrarse. Su hija Emma (3) le pide el computador para jugar y ver videos mientras trabaja. Paralelamente, hace trámites, cocina y cualquier otra cosa, porque a pesar de que avanza en su proyecto, para el resto de la gente está “disponible” a toda hora por el simple hecho de estar en la casa. Muchas veces su jornada laboral termina a las cuatro de la mañana en la pieza que adaptó para trabajar. Definitivamente, el teletrabajo no es lo que imaginaba.
Hace 20 años que este sistema se instaló en el mundo. Y hasta hace poco se pensaba que esta modalidad entregaba una mayor autonomía, más satisfacción laboral y, por tanto, un mejor rendimiento. Sin embargo, dos décadas después, distintos estudios concluyen que el teletrabajo no tiene los resultados esperados para todos y que incluso podría traer más problemas que beneficios.
La alerta la encendió Yahoo! hace unos meses. Marissa Mayer, consejera delegada de esta empresa, fue contratada el año pasado para levantar las pésimas cifras de la compañía. ¿Su principal medida? Poner fin al teletrabajo, una decisión que iba totalmente en contra de la línea de flexibilidad laboral que caracterizaba al gigante de Silicon Valley. Su argumento era simple: para llegar a ser el mejor lugar de trabajo, la comunicación y colaboración eran imprescindibles. Mayer no estaba equivocada.
En Chile, las empresas están comenzando a darse cuenta de lo mismo. Ignacio González, gerente general de Mandomedio.com, explica que para ser eficiente, el teletrabajo requiere que las personas tengan claridad de sus objetivos y que el desempeño se mida a cada minuto. O sea, un esfuerzo administrativo que, muchas veces, resulta imposible de alcanzar.
Ni en la oficina ni en la casa
Varios estudios han mostrado que en esta modalidad se suelen difuminar los límites entre el trabajo y la vida familiar. Por ejemplo, investigadores de la U. de Texas, en Austin, encontraron que las personas que desempeñaban sus labores desde la casa añadían un promedio de siete horas a la semana a su jornada laboral. Una de las razones puede estar en un estudio publicado en el Monthly Labor Review en junio de 2012, que concluyó que “la habilidad de los empleados para trabajar desde la casa puede, de hecho, aumentar la expectativa de los empleadores respecto de la disponibilidad de los trabajadores para laborar durante las tardes y durante jornadas más largas”.
Fue lo que le pasó a Matías, quien, agotado, decidió solucionar el problema de sus excesivas horas extras instalándose en Urban Station, uno de los primeros centros de coworking que aterrizó en Chile en 2011. Estos espacios se caracterizan por ser oficinas abiertas para todo público, más baratos que una tradicional, tienen un diseño más acogedor y se pueden pagar por hora, días o meses. Matías cuenta que al imponerse un horario de oficina con sus compañeros, no volvió a llevarse el trabajo a la casa.
Quienes piensan como Matías son varios. De hecho, según el director comercial de este centro, Andrés Pinochet, la audiencia ha crecido 70% en el último año y piensan abrir otros locales en la capital y expandirse a regiones.
Los nuevos espacios de coworking también buscan dar solución a otro problema del teletrabajo: el estancamiento social que produce estar todo el día solo en la casa. Así lo comprobaron investigadores del NIH (Institutos Nacionales de Salud de EE.UU.), que realizaron entrevistas en profundidad a miembros de cinco equipos de científicos de esta institución. La conclusión, publicada en el Journal of Investigative Medicine, fue clara: para que un equipo funcione adecuadamente debe reunirse con periodicidad. Lo que descubrió este estudio fue que las colaboraciones más exitosas entre los miembros de un equipo involucraban videoconferencias regulares, pero, con mucha más fuerza, reuniones cara a cara.
No es todo. Alex Pentland, un profesor del MIT que estudia dinámicas grupales, descubrió que los equipos más eficientes pasan mucho tiempo comunicándose fuera de las reuniones formales.
Poca valoración
Esas conclusiones se ajustan a la experiencia de Maureen Hitschfeld (32). Ella pasó un tiempo trabajando desde su casa, pero la sensación de soledad no le permitió rendir como quería. “Empecé a echar de menos ver gente. Estar sola en casa me fue desmotivando. Extrañaba el movimiento y sentirme profesional”, cuenta la bioquímica, quien por estos días pasa sus jornadas en Conectas, otro ecosistema de trabajo inaugurado hace sólo dos semanas, ubicado en Providencia y destinado a trabajadores independientes.
Por un monto aproximado de $ 165 mil mensuales, Maureen tiene acceso a un espacio de trabajo y salas de reuniones desde las ocho de la mañana hasta las ocho de la tarde. Cuenta que con este sistema ha conocido personas de otras partes del mundo, ya que en estos lugares se da un ambiente muy entretenido. Incluso, han organizado after office. Pero lo mejor de todo, dice, es que al saber que no está en la casa, sus jefes ya no la imaginan trabajando en pijama desde la cama.
Porque ese es otro de los problemas del teletrabajo: los jefes asumen que el empleado gasta horas viendo televisión o haciendo cualquier cosa en la casa. Esa es precisamente la razón de que sean peor evaluados, como probó un estudio conjunto de la London School of Economics y la Universidad de California Davis. Según esta investigación, los empleados que trabajan desde la casa terminan siendo percibidos como menos importantes dentro de la empresa. Para llegar a esta conclusión, los investigadores realizaron una serie de experimentos, en los que se les pidió a los jefes en una docena de empresas que trataran de recordar las características de sus trabajadores después de haber leído una breve descripción de éstos. El resultado: los jefes eran 9% más proclives a atribuir inconscientemente rasgos como “confiable” y “responsable” a las personas que trabajan desde la oficina.
[La Tercera]
