La mujer a la que nunca conocí pero me ayudó a ser doctora

Pocos planeamos qué hacer con nuestros cadáver, así que dejamos que nuestros seres queridos se deshagan de él de la manera en la que dictan los rituales o sus sentimientos. Pero hay quienes antes de morir piensan en la ciencia.

Vía T13

1479118524-92313720ae965d9b-8820-4ec5-88fe-5efe3401a582Crédito: THINKSTOCK.

Nunca conocí su rostro. Nunca sabré cuál era su nombre, en qué trabajaba o si tuvo hijos. Pero siempre sentiré un profundo agradecimiento hacia la mujer que me ayudó a convertirme en doctora.

Recuerdo claramente el día en el que “conocí” a mi cuerpo.

Era mi primer semestre en la escuela médica y todos estábamos nerviosos por la clase de anatomía.

Sentíamos una extraña mezcla de curiosidad y ansiedad.

Yo soy una persona muy sensible y, además de estar preocupada por si pronto me desmayaba frente a mis nuevos colegas, tenía miedo de que me invadiera la tristeza.

Pero apenas entré en la sala de disección, la fascinación reemplazó mi trepidación inicial.

Durante el curso del año, a medida que nos familiarizábamos con las asombrosas estructuras del cuerpo humano, crecía nuestro respeto por la gente que nos había dado este regalo supremo.

Respeto

Cuando uno entra en la sala de disección, encuentra un entorno único: luces brillantes, el fuerte olor a líquido de embalsamiento, una baja en la temperatura y la sensación de quietud estudiosa.

La dignidad del donante es clave.

A los estudiantes se les informa cuál era la edad de la persona y la causa de muerte.

A los estudiantes de medicina les dicen sólo los datos personales relevantes de la persona que donó el cuerpo.

Las partes íntimas del cuerpo están cubiertas con paños y uno más grande cubre el cuerpo entero.

Si se hace la disección de cierta área, el resto del cuerpo se mantiene cubierto.

Solían separarnos en grupos pequeños y realizábamos disecciones dos veces a la semana por un par de horas cada vez.

Los profesores se paseaban por la sala, ayudando y explicando.

Recuerdo pensar: “¡Wow! el cuerpo es verdaderamente extraordinario cuando lo puedes ver así”.

¿Mejor tocar o mirar?

Hay instituciones en las que prefieren que las disecciones las haga un profesor y los alumnos observen, un poco a la vieja usanza, como se ve en la portada del legendario "De Humani Corporis Fabrica", de Andreas Vesalius, del siglo XVI.

Algunas escuelas médicas usan “prosecciones” para enseñar anatomía.

Eso significa que el cuerpo es diseccionado por un profesor y las partes son preservadas para mostrar a los estudiantes las diferentes estructuras.

Otros colegios usan modelos de computador en 3D.

La opinión de los médicos está dividida respecto a las ventajas de estos métodos pasivos de enseñanza frente realizar disecciones con las propias manos.

Mi experiencia

Otras instituciones prefieren métodos mucho más modernos: modelos de computador en 3D.

Personalmente siento que es un privilegio hacer la disección de un cuerpo. Realmente aprendes su anatomía y descubre las estructuras por ti mismo. Es el estándar de excelencia de entrenamiento.

Además, debido a que los grupos de estudiantes trabajan con diferentes cuerpos, cada uno puede ir a ver lo que sus colegas están haciendo, particularmente si hay una estructura inusual.

Eso nos deja ver que, aunque hay un patrón estándar de anatomía, los seres humanos no somos idénticos.

Y ayuda mucho después, cuando -como doctor- estás tratando de atender a un individuo, no a un libro de texto.

Al final

Mi pequeño grupo diseccionó el mismo cadáver durante un año.

Suena un poco extraño, pero uno se encariña con ese cuerpo.

Aprecias que fue una persona, que tuvo una vida y sentimientos. Así que cuando lo dejamos, al final del año, fue muy emotivo.

Mi escuela médica, así como muchas otras, lleva a cabo ceremonias para conmemorar a la gente que donó sus cuerpos. Nosotros, los estudiantes, asistíamos para demostrar nuestra profunda apreciación.

Los estudiantes le tomaban cariño al cuerpo y lo podían expresar en ceremonias de conmemoración.

También acudían miembros de la familia, pero no nos decían de la familia de quién.

Era triste, pero resaltaba el valor de lo que estas personas habían hecho.

Han pasado los años y mis colegas y yo hemos confrontado la muerte como parte de la vida.

Sin embargo, la experiencia de ese año que pasamos con esa mujer nos dejó con una clara idea de la belleza del cuerpo, de sus encantos y sus entresijos.

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